El clamor común de los jóvenes leoneses: “Yo quiero quedarme en León, pero no puedo”

Imagen de grupos de personas en la zona universitaria de León. Twitter El Informerde la ULE 4.0

Sara Lombas

Las cifras no son nada optimistas para los jóvenes en la provincia de León; cerca de 58.000 jóvenes entre 20 y 34 años viven en el año 2022 en la provincia de León, frente a los 70.000 de Valladolid y los 322.000 de toda la comunidad de Castilla y León. Esto implica que desde el año 2011 la provincia ha perdido a cerca de 38.000 jóvenes de entre 20 y 34 años.

ILEÓN ha podido hablar con tres jóvenes leoneses menores de 30 años que luchan para permanecer en su provincia, pero que asumen con resignación el difícil futuro laboral que se les augura si se quedan.

Adrián Suárez es uno de ellos, a sus 26 años sigue buscando una opción para poder establecerse en León: “Es algo dramático, queremos quedarnos y darle pulso a nuestra ciudad pero no nos lo permiten cuando para empezar nos piden una experiencia que no conseguiremos porque nadie nos da esa oportunidad”.

Las carreras del futuro, sin futuro

Paula González, de 23 años, es leonesa y estudió en la Universidad de Barcelona el grado en Biomedicina, que terminó en septiembre de 2021: “Elegí esta carrera porque me gustaba, pero también porque había leído que iba a tener futuro. Al llegar hablé con gente de otros años superiores y ya me dijeron que no había recursos para investigar. Cuando terminé yo sabía que la situación era mala, pero no tan mala”.

Ahora, se encuentra en León, terminando su máster en Reproducción Asistida y buscando una clínica en la que poder hacer sus prácticas y poder trabajar, ya que necesita un año de experiencia para lograr un contrato: “Volví a León con la idea de quedarme, llevo muchos años fuera estudiando y me apetecía volver a casa”.

No le está resultando fácil, la novedad de sus estudios finalmente parece jugar en su contra en ciudades como León: “Aquí solo hay una clínica en la que podría trabajar, y ya me han dicho que no. El problema es que esta carrera es muy nueva y la gente que está trabajando ahora no se va a jubilar hasta dentro de muchos años. No hay plazas libres para los que salimos ahora”.

Adrián Coca, de 25 años, estudió en el Instituto Don Bosco un grado superior de Automatización y Robótica Industrial, que terminó en 2021. Como Paula, había tenido en cuenta el futuro laboral que se había anunciado a bombo y platillo para este tipo de carreras. Después de haber trabajado durante tres meses en una fábrica leonesa cubriendo una baja por paternidad, decidió marcharse a Holanda en busca de un mejor futuro laboral: “Estuve allí cuatro meses, me habían dicho que había mucho trabajo. La situación laboral en Holanda es maravillosa, hay muchísimas empresas dispuestas a contratar y hay trabajo de sobra, aquí tienes que competir con mucha gente y pocos puestos”.

De nuevo, Adrián critica que se encuentra también con el problema de la experiencia: “Aquí aparentemente hay muchas empresas donde trabajar, pero en todas ellas te piden dos años de experiencia mínima, cuando nadie te da la oportunidad de adquirir esa experiencia. Al final, el futuro de los jóvenes en trabajar en el primer sitio que pilles para ganar la experiencia justa y buscar otros trabajos”.

Opositar, el “golpe de realidad”

Por su parte, Adrián Suárez estudió Historia del Arte en la Universidad de León y un máster de especialización en Salamanca: “Cuando terminé bachiller quería estudiar algo que me gustara conceptual y temáticamente, elegí mi carrera así”. Antes de la pandemia de covid-19, Suárez tenía planes para comenzar a trabajar en algunos museos, pero todo eso se vio truncado por la crisis que afectó especialmente al mundo de la cultura: “Llegó el golpe de realidad y decidí hacer el Máster de Profesorado”.

Suárez afirma que en León la situación laboral para la cultura es “muy complicada y con pocas oportunidades. Después de la crisis de 2008 los puestos de trabajo se han cerrado, se han 'sedimentado' y es imposible acceder a ellos porque la gente no los abandona”.

La situación empeoró después de la pandemia, y ahora Suárez se ha decantado por la vía educativa, planteándose unas oposiciones: “Todos valoramos la opción de hacer unas porque hemos comprendido, a raíz de la inestabilidad de la pandemia, que las oposiciones te pueden asegurar un trabajo y un sueldo estable, y unas condiciones laborales decentes”.

Adrián Coca coincide: “Prácticamente todos mis amigos están opositando o se han resignado a hacer algo que no les gusta porque no hay oportunidades laborales para nosotros si no es así”.

En cambio, Suárez no está seguro de que que estudiar y especializarse sea la mejor opción: “Al final recurres a seguir estudiando y armarte de títulos para ver si encuentras tu camino pero eso puede ser contraproducente. Te encuentras con 26 años y con que, aunque hayas querido, no has podido empezar a trabajar”.

El vínculo con León

Los jóvenes aluden al arraigo y la vinculación sentimental y emocional a la tierra como los motivos por los que luchan por quedarse en León. “Pasé un semestre en Florencia, la ciudad más hermosa que he conocido, pero me faltaba todo esto y fue cuando me di cuenta de que se necesita un clima emocional cercano, estable y gratificante para estar bien en un lugar”, comenta Suárez.

Cuando Adrián Coca cumplió cuatro meses trabajando en Holanda le ofrecieron la posibilidad de quedarse: “Lo rechacé, quería volver a León. Laboralmente Holanda es estupenda, pero no en calidad de vida para mí”.

Es consciente de la posibilidad de verse obligado a irse pero, a pesar de ello, afirma con rotundidad que va a pelear por quedarse: “Siempre me ha gustado esta ciudad, siempre he pensado en quedarme aquí, y si sale algo en León mejor que en cualquier otro sitio. La tranquilidad, el buen rollito de la ciudad, que es bellísima, es muy importante para mí”.

Paula sabe que en ciudades grandes como Barcelona o Madrid tendría más posibilidades: “También me han dicho que en Irlanda o Reino Unido hay más estabilidad laboral, pero si encontrase trabajo en León me quedaría. A pesar de este ambiente triste que tiene la ciudad para los jóvenes. Vas por la calle o estás tomando algo y ya no conoces a nadie, todo el mundo se ha ido”.

Suárez califica la situación de drama generacional: “Creo que hay una parte mayoritaria de personas que se han ido buscando oportunidades, algunas de esas se fueron ya desde el principio porque no les gustaba León, y quedamos tres o cuatro románticos que persistimos a duras penas y teniendo que recalcular nuestro camino”.

“Irme implicaría un cambio de vida radical y un sentimiento de profunda tristeza por haber dejado a mi gente. Tendría un continuo deseo de vuelta. Si al final tengo que irme haría todo lo posible por volver a la ciudad que amo”, declara Adrián Coca.

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