Reconstruir los cubos de la calle Carreras

Los restos de los tres primeros cubos de la calle Carreras. // Uribe

Ana Gaitero abría el otro día un interesante debate sobre reconstruir o no los cubos de la muralla romana en la calle Carreras. En realidad, a raíz de las excavaciones de estos últimos meses, el debate está en la ciudad y es una cuestión sobre la que he tratado con otras personas y grupos sensibilizados con las cuestiones del Patrimonio.

A mí me parece una magnífica ocasión que se abra un debate sobre qué hacer con la muralla romana y recordar a la ciudad que existe un monumento (Bien de Interés Cultural desde 1931) casi abandonado, que es necesario recuperar. Probablemente sea uno de los monumentos peor tratados de la ciudad. Y como muestra, la demolición de todos los cubos de esta calle en 1906. Pero se podrían añadir más agresiones recientes, de los últimos 20 años. De edificios nuevos que se vuelven a adosar a la muralla, otros edificios que destruyen tramos, perforaciones para cocheras o incluso un lienzo cortado para abrir una puerta de un garaje.

Y todo ello, a pesar de estar explícitamente prohibido en la legislación.

He tenido la ocasión de seguir las excavaciones de esta calle, que dirige mi compañero Fernando Muñoz Villarejo, y he podido ver los hallazgos. Siendo descubrimientos interesantes, los que respecta a la muralla son desalentadores. El cubo de la esquina está tan destruido que será imposible saber si fue cuadrado o circular, los dos siguientes también están en muy mal estado y solo los primeros cubos tienen un mínimo alzado. En caso que se quisiera dejar visto alguno de ellos, deberían ser los de esta zona.

Sobre la cuestión de reconstruir o no, siempre he sido partidario de las reconstrucciones. Eso vaya por delante. He visto reconstrucciones muy interesantes, que permiten hacerse una idea cómo era un edificio desaparecido y que incluso podrían calificarse de didácticas. Esos casos suelen tan ejemplares como escasos. Pero también he visto muchos casos de reconstrucciones fallidas y absolutamente catastróficas, que han degradado el edificio original e incluso han destruido algunas de sus partes.

El ejemplo fue la delirante reconstrucción del teatro romano de Sagunto. Un caso que debería habernos vacunado contra estas veleidades. Allí se enterró el teatro romano y original, bajo toneladas de hormigón donde se reconstruía “como debería ser”. El resultado fue un mamotreto de hormigón con medidas y planta romana, pero que había arrasado muchas partes de la obra original, lo que es una contradicción. Fue un ejemplo de porqué no se deben hacer este tipo de cosas.

¿No se podría haber hecho una réplica del teatro en otro lugar son provocar daños?

Con los años y vistas decenas de reconstrucciones fallidas por toda la geografía española, mi opinión se ha vuelto contraria a esta práctica. Las autoridades internacionales de patrimonio llegaron a la misma conclusión hace mucho tiempo, tanto como 1964 en la Carta de Venecia, a la que se alude tantas veces y recomienda reintegrar los edificios históricos con materiales diferentes que no se confundan con el original, pero también pide no reconstruir las ruinas antiguas.

¿Cómo reconstruir los cubos de la muralla?

Vayamos a lo práctico. Sin duda sería con materiales diferentes a los de la muralla. Doy por hecho que después de la desastrosa reconstrucción del paño de la muralla en Ruiz de Salalazar, detrás de Botines, no se repita la reconstrucción con bloque de piedra que dio un aspecto bastante lamentable.

A tenor de cómo se han reconstruido otros edificios históricos, o partes de ellos, el abanico de materiales y acabados es breve. Podría ser una estructura metálica de típico aspecto industrial. Años atrás se utilizó mucho el acero corten, ese acero oxidado que hay por otros lados de la ciudad, aunque parece que empieza a pasarse de moda. También podría hacerse de cualquier tipo de material que después se enfoscase y se diese un acabado pintado.

Yo más bien me inclino que se elegiría el hormigón, ya que sigue siendo el material estrella en la construcción de nuestros días. Quizá de algún color para evitar el gris triste de este tipo de obras.

Sobre el resultado:

Uno. ¿Sea cual sea el material elegido, se imaginan esos bloques circulares de 8 metros de altura? Sean de hormigón, metálicos o cualquier otro el resultado sería el de un MAMOTRETO uniforme. Cuanto más grande, más grueso o más alto el resultado sería aún peor.

Dos. Hablemos actuaciones reversibles. En una opinión de prensa contraria a enterrar los restos de los cubos se argumentaba su reversibilidad. La palabreja –cuesta pronunciarla del tirón– quiere decir que se pueda eliminar dentro de muchos años, cuando cambie nuestra forma de percibir las cosas y volver a dejar a la muralla con sus restos intactos.

Pero la reconstrucción nunca es reversible. Cualquier material que reconstruya unos cubos 8 metros de altura tendrá un peso que obligará a hacer unos profundos cimientos. Incluso solo con la mitad o menos altura, los cimientos serían indispensables y quiere decir que habría que destruir los vestigios de los cubos romanos que aún quedasen para construir unos cimientos. ¿De verdad es necesario?

Tres. Voy a prescindir de opinar sobre el hipotético aspecto de la reconstrucción de los cubos. Una obra contemporánea que contrasta con una obra romana puede gustar o no. Pero al fin y al cabo acaba siendo cuestión de gustos.

Me pregunto si tiene algún interés ver grandes masas de materiales contemporáneos en este contexto, es decir, en la muralla de la ciudad.

En mi opinión, lo que tiene interés es lo auténtico y si voy a ver una muralla, ya sea romana, medieval o de la época que sea, a mi modo de ver tiene interés ver los elementos originales, y no los añadidos. Para mí no tiene ningún interés ver otro cubo de hormigón o de acero corten. Creo que no viajaría a ninguna ciudad a ver nada de eso. En cambio, se viaja mucho a ver la muralla romana de Lugo o la medieval de Ávila. O se viaja a ver arquitectura contemporánea en su contexto.

La muralla de León está llena de cicatrices, que nos habla de la historia de esta ciudad. Una historia larga, a veces tortuosa que se ha quedado fijada en la epidermis de la fortificación en forma de de roturas y reparaciones. De agresiones y de arreglos. De tiempos buenos, de grandes sillares bien cortados. Y de tiempos más duros, de cantos de río. Para que no nos olvidemos de dónde venimos.

Para mí no tiene ningún interés ver más cubos de hormigón o de otro material en este entorno.

¿Para qué reconstruir los cubos?

Creo que es importante reflexionar al respecto. Una reconstrucción no aporta nada nuevo: en las calles contiguas hay largas series de cubos de la muralla, así que reconstruir los volúmenes no aportan mucho más de lo que hay. Parafraseando a un conocido arqueólogo, “sería redundante”.

Tampoco creo que se pueda argumentar una intención didáctica o divulgadora. Hacer una reconstrucción pensando en “cómo fueron los cubos en realidad” está fuera de la propuesta. Solo leo que se levanten volúmenes. Y crearía un nuevo debate, de “cómo serían”, aún mucho más difícil de resolver ya que al respecto solo existen especulaciones. Mas o menos fundadas, pero al fin y al cabo especulaciones y yo mismo he elaborado alguna de las reconstrucciones.

La opción de “dejar vistos los cubos”

Al final ha resultado ser la opción ganadora, más que nada por decisión de la Comisión de Patrimonio. A mí me parece un buen final para este debate. Claro, que siempre se deberían cumplir con varios requisitos, por ejemplo, que su conservación sea aceptable, lo que no se cumple en los cubos finales de la calle que están muy desmantelados, mientras que los candidatos más probables son los cubos entre Puerta Castillo y el Portillo de San Albito.

Hay varios sistemas que se deberán barajar: dejarlos bajo una cristalera, que suele dar malos resultados. O bien dejarlos al aire, a ser posible en una zona ajardinada con algunos problemas de conservación que acarrea.

De cualquier forma, siempre será una buena noticia recuperar una calle para los peatones, como la calle Carreras. Mucho más si viene de la mano de otro buen tramo rescatado para la ciudad, como la Era del Moro, un espacio urbano secuestrado desde décadas. Y aún mejor noticia cuando recuperar espacios urbanos para los peatones viene de la mano de grandes tramos de la muralla romana recuperada.

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