'Facendera', una novela entre afters de Madrid y la cuenca minera leonesa

El poeta y escritor leonés Óscar García Sierra. // Anagrama

Clara Giménez Lorenzo / elDiario.es

Algunos de los momentos por los que vivimos solo duran diez segundos. Instantes encapsulados en un salto al vacío: la sonrisa de una persona amada, un orgasmo o el cruce de una línea de meta. Para el hijo de la farmacéutica, uno de los protagonistas de Facendera, la vida transcurre en diez segundos cada domingo: es el tiempo que tardan los altavoces de su coche en alcanzar el máximo volumen, es el tiempo que tarda el jurado en medir el nivel de decibelios para declararlo ganador.

Con la imagen de un coche tuneado en el descampado de un pueblo, es decir, con la metáfora de vivir para impresionar a los demás, de crear una bonita coraza para contarse a uno mismo, arranca Facendera, la primera novela de Óscar García Sierra (León, 1994) publicada el pasado mayo por Anagrama.

García Sierra ya era conocido en el panorama literario español por Houston, yo soy el problema (Espasa, 2016), un poemario donde cristalizaron algunos de los temas que desarrolló como parte del grupo Los perros románticos, un espacio virtual que durante años sirvió como punto de reunión entre autores de España y América Latina como Luna Miguel, Martín Rangel, David Meza, María Yuste o Vicente Monroy, entre muchos otros.

“Es el libro que he escrito en las notas del móvil mientras estaba de fiesta encerrado en el baño, y también es el libro que he escrito a base de tuits que me daba vergüenza sacar de la carpeta de borradores”, expresaba García Sierra en la contraportada de Houston, yo soy el problema. Años después, parte de Facendera también se sustenta en notas del móvil escritas en fiestas, que a su vez nacieron como borradores de poemas, según relata el autor. “Sí que quise escribir conscientemente una novela, pero es cierto que muchas partes vienen de trozos descartados de poemas, poco a poco las fui encajando con la trama, tal vez alguna sea un poco excesiva”, ríe García Sierra, al otro lado del teléfono.

Entre los afters de Madrid y la cuenca de 'La Vasco'

En Facendera, los afters urbanos tan presentes en Houston conviven con otro escenario conocido de cerca por el autor: la cuenca minera leonesa, basada en la de la Hullera Vasco-Leonesa y en La Robla. Aunque en la novela es en un pueblo sin nombre, cuya central térmica está abocada a una próxima demolición, en el cual el hijo de la farmacéutica y la hija del de los piensos viven una peculiar historia de amor, o tal vez de engaño, rodeados de familiares y amigos con trabajos precarios y dolor de estómago por el consumo de ansiolíticos, representados en la narración como botes de ladrillos esparcidos por los descampados del pueblo. García Sierra nos presenta al hijo de la farmacéutica y la hija del de los piensos por medio de otro marco narrativo, el relato de un estudiante sentado en el suelo de un piso de Madrid, navegando por una fiesta sin fin.

“No podía ambientar la novela en un lugar costero de Andalucía, tampoco es que quisiera reivindicar, es la realidad que conozco, pero sí mostrarla, quería dar presencia a los pueblos mineros de León en la literatura”, apunta García Sierra. “Creo que no he leído casi ninguna novela ambientada en esa zona, tal vez alguna de Julio Llamazares, pero en todo caso se habla más de Asturias”. La reivindicación más explícita está en la inclusión de diálogos en leonés en boca de uno de los personajes que, como él mismo, acaba mudándose a Madrid e intentando no olvidar la lengua de sus abuelos, aunque para ello deba realizar un curso online.

“Me interesa el lenguaje y más el leonés, que está en un estado bastante crítico”, prosigue García Sierra. Precisamente, el leonés da sentido al título de la novela, concretado cuando uno de los personajes menciona la Facendera pola Llingua y procede a explicar el significado del término 'facendera', el trabajo comunitario típico de León al que debía acudir todo el pueblo. En 2014, año donde se sitúa parte de la trama, ese pueblo donde los habitantes antaño trabajaban en común está “sumido por un silencio artificial como el de un bar nada más abrir, un silencio que solo se rompía cuando alguien bajaba alguna persiana, como si el dueño de la casa en cuestión estuviese intentando que anocheciera por la fuerza”.

Al tratar la despoblación, el olvido y la desindustrialización de ciertas zonas de nuestro país, Facendera puede inscribirse en la línea de autores como el asturiano Xaime Martínez, quien en La fuercia o les 4 epifaníes de Martín Feito (Hoja de Lata, 2021) también presenta una central térmica cercana a la demolición, o de la cordobesa María Sánchez, que lleva años reivindicando el medio rural y a quienes lo integran en obras como el poemario Cuaderno de campo (La Bella Varsovia, 2017) o el ensayo Tierra de mujeres (Seix Barral, 2019). “Con las últimas correcciones recuerdo leer a autores como Esther García Llovet, pero para mí en términos de estilo también están ahí autores como Luis Magrinyà o César Aira”, dice García Sierra, al ser preguntado sobre sus referencias literarias.

La trama de Facendera, al igual que muchos poemas de García Sierra, tampoco puede desligarse del contexto socioeconómico actual: la precariedad, las drogas y la ansiedad generalizada no solo envuelven a quienes se quedan en pueblos sin nombre, como el de la novela, también atraviesan a varias generaciones que, pese a abandonar sus lugares de origen en busca de un futuro mejor, terminan regresando con la misma incertidumbre o sobreviviendo a duras penas en grandes ciudades. “Mira tú dónde están los que se fueron del pueblo al acabar el colegio. Comiéndose ladrillos, igual que yo”, dice uno de los personajes.

“Estuve dos años pasándolo superbien con la novela”, concluye García Sierra, que opina que no se puede escribir un libro pensando específicamente en publicar, porque “eso viene después”; él aún no sabe lo que vendrá en el futuro. Precisamente, uno de los detalles más hermosos de la obra, junto a los versos escondidos entre sus páginas y el juego metaficcional, es la dedicatoria y la alusión a la persona que decidió publicar al autor por primera vez, la editora de Espasa Belén Bermejo, fallecida por cáncer en 2020. El último tuit de Belén está parafraseado en boca de uno de los personajes de Facendera: “Decían que a las seis de la tarde iba a llover, pero al final no hubo tormenta”.

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