Alfredo Diez Escobar, director de la Biblioteca Pública de León: “La tecnología y el papel ocuparán cada uno su sitio”

Alfredo Diez Escobar, en la Biblioteca Pública de León.

César Fernández

Si la Biblioteca Pública de León fuera un barco, sería un transatlántico. Al frente de la nave lleva casi 28 años Alfredo Diez Escobar, que ha tenido varias veces que cambiar el rumbo en un escenario cambiante. Navegar en el océano de internet y las nuevas tecnologías ha sido el mayor reto en una singladura que se detuvo en seco con la pandemia y que ahora toca a su fin con su jubilación, que se acompasará con el tutelaje del nuevo capitán que llevará el timón de una institución con más de 175 años de historia.

Nacido en la localidad palentina de Villalumbroso, licenciado en Geografía e Historia en Valladolid y con una primera experiencia en la Biblioteca Pública de Palencia, Alfredo Diez Escobar aprobó las oposiciones en 1992. Tras pasar dos años en el Servicio de Bibliotecas de la Consejería de Cultura y Turismo de la Junta de Castilla y León, llegó en diciembre de 1994 a la Biblioteca Pública de León, abierta en 1844 y desde 1975 en su actual ubicación en la calle Santa Nonia, en pleno centro de una capital leonesa que vivió luego un proceso de diseminación hacia los barrios de expansión.

El sistema ya había experimentado en la década de los ochenta una modernización que le hizo viajar desde la concepción clásica (“no había préstamo, se leía en la sala de consulta, había muy poca prensa”) hasta una automatización para adaptarla a los tiempos. Su predecesor, José María Fernández Catón, había hecho los deberes. El contenido estaba cambiando; y al continente hubo que cambiarlo. “El edificio estaba muy compartimentado”, expone Diez Escobar, que aprovechó para hacer una reforma que permitió ganar espacio a la sala de préstamo hasta duplicar los ejemplares a costa de renunciar a un salón de actos con 260 butacas.

De 1 a 25 ordenadores

“No podemos concebir a las bibliotecas como islas, sino dentro de un todo. Nos vamos adaptando a las necesidades de la sociedad”, señala como punto de partida. El préstamo ya era de libre acceso a su llegada en 1994 y se potenció la adquisición de libros a demanda de los lectores. La irrupción de internet se canalizó en un primer momento con la puesta a disposición de los usuarios de un ordenador, ahora multiplicado hasta 25 aparatos en el centro, que ha ido cambiando de piel fundamentalmente para adaptarse a la “tecnologización” de la sociedad sin renunciar a una intensa agenda de actividades culturales.

Compramos videojuegos para los tres modelos de videoconsola que estaban funcionando en el mercado. Y ahora nos encontramos con que dos de esas videoconsolas no tienen tirón. La obsolescencia es algo que nos sorprende

¿La tecnología es aliado o rival de un producto tradicional como el libro en papel? “Yo la veo como un aliado totalmente. Toda la tecnología está compartiendo espacios con el libro en papel. Se va a quedar. Y cada uno va a ocupar su espacio”, responde para poner, a renglón seguido, un ejemplo con el “rápido envejecimiento” de los libros especializados en materias frente a la actualización constante que ofrece internet. El resultado fue la apertura de la biblioteca digital 'eBiblio', a la que se sumó 'CineCyL'. “Y eBiblio fue una auténtica maravilla durante el confinamiento, cuando accedieron a muchas personas que por edad no esperábamos que lo hicieran”, apunta.

Las bibliotecas públicas de Castilla y León ya habían vivido en la década de los 2000 un salto adelante espectacular con la creación de un red que integró a 335 centros en un catálogo único. “Se potenciaron las bibliotecas municipales. Y se potenció el préstamo interbibliotecario”, que ha multiplicado las solicitudes con la puesta en marcha de este servicio que supuso un antes y un después como también lo está representando la digitalización de fondos con acceso a distancia sin necesidad de acudir al centro.

Llevar el timón de una biblioteca pública en un escenario en constante transformación obliga a virar el rumbo. Muchas veces toca aplicar el ensayo-error. Subirse a un barco o dejarlo pasar es un ejercicio de intuición que no siempre sale bien: “Pusimos en marcha un servicio de videojuegos. Compramos videojuegos para los tres modelos de videoconsola que estaban funcionando en el mercado. Y ahora nos encontramos con que dos de esas videoconsolas no tienen tirón. La obsolescencia es algo que nos sorprende”, cuenta al asumir también que la sección de audiovisuales “ha quedado limitada al uso de gente de a partir de 40 años de edad” por la irrupción de las plataformas digitales que dominan la escena entre los jóvenes.

No somos simples manipuladores de libros, sino que llegamos a la sociedad y las personas desde otro punto de vista mucho más cercano. Tienes que conocer las necesidades de los usuarios, de los lectores

Hace apenas días la Biblioteca ha estrenado una sección de juegos de mesa con carácter familiar y juvenil también con una intención añadida: la de intentar aprobar la asignatura pendiente de enganchar al público adolescente, el más remiso. Y el complejo ha tenido que adaptarse a la expansión de la trama urbana de la capital leonesa y las necesidades de la población del alfoz para la que sigue siendo un centro de referencia hasta ampliar el período de préstamo de 21 días a 30 y de cinco a diez el número de documentos. “Y así la gente que vive más lejos se lleva muchos fondos y viene con menos frecuencia”, concluye.

Recuperar la normalidad

La Biblioteca Pública de León es un transatlántico que viaja a velocidad de crucero. “Y la pandemia nos paró el barco a cero millas náuticas. Recuperar la normalidad nos está costando un triunfo”, ilustra al hacer notar que la hemeroteca y la sección infantil permanecieron cerradas durante 18 meses por las restricciones derivadas de la crisis sanitaria. Mientras la primera “se ha diezmado notablemente”, la segunda se está “reanimando” ahora también ya con las visitas escolares. Y tras experimentar un oasis en Semana Santa con colas tanto en el mostrador de préstamos como en el de devoluciones, admite que todavía tendrá que pasar tiempo para calibrar el proceso de recuperación.

La adaptación a la pandemia también supuso la introducción de algunos experimentos que van a sobrevivir en el tiempo, expone el director con el ejemplo de una presentación de cuentos online que hace una adolescente desde su casa. “Y no vamos a cerrar las actividades online porque estamos consiguiendo dar respuesta a gente que tiene dificultades para acceder al edificio”, dice tras recordar el éxito que tuvo una idea importada de la Biblioteca Pública de Palencia de incluir un lote sorpresa para los niños cuando en plena desescalada, con las instalaciones todavía cerradas al público, los usuarios apenas podían acceder al mostrador a llevarse los libros o documentos solicitados.

No nos preocupa que la gente no venga de forma presencial a la biblioteca. Lo que nos interesa es que hagan uso de los fondos de la biblioteca. De la forma que sea

Ahora está por ver la evolución de un sector que antes de la pandemia auguraba un declinar habida cuenta de que, por ejemplo, la sección con más tirón era la hemeroteca, con el público de más edad. “Llegamos a temernos que nos fuéramos a convertir en almacenes de libros”, admite para a continuación insistir en la idea de la adaptación al ritmo de la sociedad como garantía de un futuro también marcado por un mayor mimo hacia los usuarios: “No somos simples manipuladores de libros, sino que llegamos a la sociedad y las personas desde otro punto de vista mucho más cercano. Tienes que conocer las necesidades de los usuarios, de los lectores”.

Ahora que se dan casos impensables en 1994 como tener un usuario residente en Canadá con carné virtual a través de 'eBiblio', las prioridades han cambiado. “No nos preocupa que la gente no venga de forma presencial a la biblioteca. Lo que nos interesa es que hagan uso de los fondos de la biblioteca. De la forma que sea”. Y en una singladura en la que se ha pasado de 36 a 30 trabajadores y de 311.000 a 260.000 libros prestados en una ciudad que ha perdido población y ha añadido una red municipal bibliotecaria, el último cambio de rumbo le hizo incluso navegar a contracorriente con una recuperación del libro en papel en el año de la pandemia, un guiño del destino en una travesía de casi 28 años que en octubre tocará a su fin.

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