Cuando la muralla romana de León en Ramón y Cajal parecía la de la carretera de los cubos tan sólo hace medio siglo

La calle Ramón y Cajal en 1907, con los dos primeros cubos con tejados.

Es ver las fotos y darse cuenta que Ramón y Cajal tuvo un aspecto cuasi clavado al de la actual carretera de los cubos, justo el lienzo al lado contrario. La muralla de León tuvo dos cubos más altos justo en la esquina noroeste, los aledaños a la calle Abadía al final del edificio del convento-monasterio de San Isidoro, hasta 1972, cuando el Arquitecto Conservador de la Zona Uno del franquismo, Luis Menéndez-Pidal, ordenó desmocharlos.

En la foto principal de la noticia se puede ver cómo era la calle Ramón y Cajal, esquina con la calle Abadía (que continúa a la calle Renueva), y se puede ver claramente esos dos torreones con techumbre al estilo de los que se observan en la carretera de los Cubos. Este es el lienzo oeste, mientras que el que se dirige a la Catedral es el este. El casetón de ladrillo que se observa en la imagen es el calabozo de la Audiencia Provincial, que se encontraba frente a este lienzo de la muralla. Un lugar que los mayores recuerdan también, a partir de los años cuarenta, como el lugar donde la Policía Local encerraba a los borrachos por la noche.

Es exactamente, además, la esquina noroeste de la muralla romana. Donde, posiblemente, en el espacio de la calle que se dirige a la plaza de Santo Martino, pudo haber un cubo cuadrangular; pero la cantidad de intervenciones durante el siglo XX sobre la zona –en la que se pueden ver más de veinte tapas de registro de canalizaciones de todo tipo: alcantarillado, electricidad, gas y fibra, entre otros– impidió conocer en las catas arqueológicas si era así, como ocurre en el lienzo sur en la calle Conde Rebolledo y el torreón de los Ponce.

Fue el arquitecto Luis Menéndez-Pidal y Álvarez (el hijo del famoso pintor del mismo nombre, Luis Menéndez-Pidal, patriarca de una familia de grandes eruditos) el que eligió desmontar la parte superior porque consideraba que tenían peligro de ruina y que podían desplomarse en cualquier momento. Los trabajos para retirar esos añadidos, posiblemente levantados en la Edad Moderna con lo que no creía que tocara la integridad de la estructura romana, se debieron realizar entre 1971 y 1972; y también se eliminó el calabozo de ladrillo y se consolidó la muralla en la forma que la vemos hoy en día.

En la tesis 'La conservación monumental de Luis Menéndez Pidal', del arquitecto Miguel Martínez Monedero, se explica la decisión: “Promovió la demolición de las construcciones modernas levantadas en el tramo de San Isidoro. Al igual que había pasado con las murallas de Astorga y Lugo, la liberación de lienzos de muralla de las edificaciones parásitas llegaba al ejemplo leonés, como no podía ser de otro modo, dado la época en donde nos hallamos. Los sventramenti [nota: se traduce del italiano como 'destripamientos' o 'derribos'] se dieron no sólo en el tramo de San Isidoro sino en la calle de los Cubos, donde sucedería tres cuartos de lo mismo años después, despejando la visión exenta del recinto amurallado; de manera que las dos zonas de muralla mejor conservadas en estos sectores se deben, en gran medida, a las demoliciones y posteriores reconstrucciones que se dieron entonces”.

La cuestión es que la Muralla de León que hoy conocemos, la de los cubos –la tardorromana con añadidos medievales– no tiene la misma imagen que la mayoría de leoneses han visto a lo largo de sus al menos 17 siglos de Historia.

Y no desde hace mucho tiempo, como se puede ver en la imagen de mitad del artículo; en la que mirando a los últimos torreones con tejado desde el otro lado de la de apertura, volvemos a preguntarnos si estamos en la carretera de los cubos en vez de en San Isidoro.

Porque la Historia que conocemos en nuestro imaginario del siglo XX y XXI –una época en la que la imagen y, sobre todo en movimiento gracias al cine, la televisión y el vídeo–, prevalece ante prácticamente todo y fija erróneamente en el cerebro contemporáneo como tradicional y antiguo todo lo que tiene entre cincuenta y cien años. Y como nos hemos acostumbrado a ver ese tipo de imágenes sin cambiar cada día, debido a las restauraciones, no necesariamente tiene que ser la correcta; sino que la mayoría de las veces es errónea.

Una simple mirada al pasado real, como estas fotografías que dejan sorprendido y confuso al ojo leonés de hoy en día, lo demuestra.

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